Libros de este año 1 Relatos de una mujer borracha de Martina Cañas

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Hace mucho tiempo que no escribo por placer, o por ejercicio mental (sano). Tampoco quiero decir, como siempre, que la Literatura me dejó cabreada y por eso, desde que empecé a estudiar Literatura, hasta los próximos, ocho años, que no logro escribir cualquier hueá (hasta en mi diario de vida), que no consiga borrar, alterar o reescribir. Tampoco quiero decir que fue un daño estudiar Literatura, porque en verdad agradezco la hermosa e infinita bibliografía que me dieron a conocer esos cuatro años, pero no agradezco el hecho de que haya tenido que hasta cagar leyendo sientos de fotocopias porque las 24 horas del día se me hacían nada para mantener el ritmo de lectura en cada ramo.

Bueno, filo, eso ya pasó, NO? A lo que voy, es que quería comentar el primer libro que me leí este año (en realidad fue a finales del 2015, quizá no tan a finales, porque creo que era noviembre, por ahí, no recordar, solo que quiero que quede como evidencia que fue a principio de año dosmildieciseis), el de la Martina, "Relatos de una mujer borracha", libro que hasta el día de hoy sigue siendo boom y se suman fans y fans, y principalmente, porque FUE MI MADRE la que me preguntó la semana pasada si tenía el libro de la Martina, porque quería leerlo. Le dije obviamente que NO LO TENÍA, una, porque me dio como una picazón en el cuerpo, y dos, porque en verdad no lo tengo, se lo presté a una colega (excolega de trabajo porque renuncié hace poco al trabajo, inesperadamente) y no me lo devolvió, jamás nunca. Tampoco lo extraño, por eso se lo presté, porque si no me lo devolvía, daba igual; me lo compré a tres lucas en el persa pirateado (es un libro enano, letra grande, súper fluido, por qué iba a gastar 10 luquitas por el original?)

Yo sigo a la Martina por facebook, me dan mucha risa sus post, me alegran el día a día, ella es el reflejo de mi generación, de mi círculo, mis amigas y yo. Y creo que su impacto, es que por fin una mina se atreve a hablar en las redes sociales de su vida sexual activa y hace despertar a las más cartuchonas e impulsarlas a que se destapen un poquito. Yo también soy un poco cartuchona, sobre todo en el vestir y en hablar de religión. Porque tengo mis razones: fui criada en una familia ultra católica, con decirte que mis viejos se conocieron en una congregación de juventud cristiana, que hacían catecismo, o como se llame, que iban a misa, y mi viejo trabajó muchos años al servicio del hogar de cristo y al ayuda de los más necesitados (en el sur, cuando vivíamos allá, se fue a una misión evangelizadora, y evangelizó y preñó a una loca de mierda, papito lindo, te quiero mucho, eres un incomprendido loquillo, la vida te trata mal, lo sé). Ya, ok, también porque siempre estuve en colegios católicos, y porque en no creer en nada (que me parece súper pastel y forever alone en el universo), prefiero creer un poco, por si acaso, para que no me juzguen tanto en el inframundo. Bueno, pasó que en el colegio, a los 16 años yo era una de las pocas vírgenes que quedaban de mi círculo de amigas, a todas ya les habían dado por todo y todos lados. Yo leía harto, era pesadita, y un poco depresiva, así que nadie me pescaba mucho.

Pero, volvamos a la Martina, lo que me gustó del libro (y de esta mina) es que es muy chistosa para contar sus relatos. Usa canciones (algunos remixes), algunas bien olvidadas, pero siempre latentes en nuestra memoria (no te das ni cuenta y empezai a cantar o tararear TODAS las canciones de luismi o chayanne, esas que escuchabas cuando tenías 6 años con tu vieja o abuelita, en mi caso). Y los términos o vulgarismos (jaja) para mencionar algunas partes de tu cuerpo o situaciones minísticas (NOTA: deben saber que tuve que googlear lo que era "andar con la coneja baleada", porque no tenía IDEA). Y quizás era una de esas razones por las que no quería, NI QUIERO, que mi mamá lea este libro, y es porque no quiero que me ande preguntando qué chucha es la coneja baleada.

Sin embargo, y aunque yo sé que aman a la Martina Cañas (como yo, no olvidar), no sentí para nada una gran variedad en sus historias, como que fue más de lo mismo que postea en su fan page de facebook, quizás yo esperaba más cosas, y me anduve desilusionando ahí. Igual me encantó y me sentí reflejada con muchas historias de niñez, borrachismo y "amigas". Menciones honrosas para esos capítulos de pasarse rollos con el hueón que vez una sola vez y piensas en el "por siempre juntos" (a quién no le ha pasado), o el hermoso y escalofriante capítulo de pololo con el papá freak que la hacía ponerse vestidos de su difunta mujer. Pero chicas, en verdad, hasta yo tengo más historias sexuales que la Martinita, y sé que ustedes también las tienen (anímense a contarlas todes), les podría hacer una lista, pero es muy larga y de la mitad ni me acuerdo, tampoco cuento el sexo oral o los besos, o si no, imagínense.

El libro lo leí en dos horas, onda no más (iba a poner menos). Y eso siempre lo agradezco, no sé por qué, igual me gusta la onda de escribir de la Julia Navarro o de la Sarah Lark (biblias de libro), porque quizá yo también soy un poco como ellas, ¡JESÚS! (siempre me acuerdo de un mino llamado Jesús, hermoso, idílico que conocí y no del verdadero Jesús que deseo invocar en momentos de ¡auxilio! de mi vida).

Es totalmente recomendable y disfrútenlo, porque de verdad te puede alegrar una tarde (solo una tarde porque las cosas buenas duran poco, en este caso, 2 horas, no más) y de paso, quizás aprenden algún tip sexual-joteístico-etc. (razón de más para que mi madre no lo lea, verla intentar algo de esto sería espantoso, no porque no quiera que sea feliz en su vida sexual, es que yo sé que no le resultaría), todo vale.

Por último, the last mención honrosa, para los apéndices del libro, que te enseñan el ritual de desinfección post maraca, se reirán, por la estúpidez, hasta lo encontraran todo gracioso y dirán: ¡Ay, Martinita, pero qué ridícula!", pero tendrían que estar en ESE momento preciso, en el que llegas a tu casa al otro día, te sacas todas tus pilchas, te miras en el espejo del baño (toda chascona, el rimmel corrido, ojerosa, los ojos rojos), cierras los ojos lentamente y los aprietas, sabiendo-recordando, y giras la cabeza en gesto de negación, te metes en la ducha, y tomas tu esponjita (ojalá una piedra pómez) y te empiezas a restregar tu cuerpecito (y a veces hasta lloras) muy rápidamente, y OJALA en ese momento tuvieras unas gotitas de cloro, para también desinfectarte y sentirte decente como antes. Pero bueno, solo tendrían que estar en esa posición para saber. La depresión post maraca es otro asunto del que hablaremos en otra ocasión. Grande, Martina. 

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